CHARLA

Aníbal Ford: “Una de las marcas de la cultura argentina es el desconocimiento de sí misma. Y ese desconocimiento de sí misma hace, a su vez, que haya una pérdida del pensamiento autónomo”

Charla del 10 de septiembre de 2005 en el marco del Seminario Historia del Pensamiento Nacional organizado por el Movimiento Martín Fierro en la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR.

Aníbal Ford en esta charla nos convoca a pensar y a pensarnos desde nuestro país “La Argentina”. Es una invitación a mirarnos más adentro, hacia nuestro interior, utilizando como herramientas las marcas culturales que aparecen en nuestra historia, las que se imponen como desafíos, que nos interrogan, que muchas veces queremos evitar porque de hecho nos incomodan, pero que debemos tomarlas en cuenta cuando hablamos de nuestro país, cuando queremos proyectarnos como pueblo, ya que se constituyen en un reto. Sería un ejercicio de mirarnos hacia atrás, que nos provoca la insistencia en un hacer presente.
Son estas marcas constituidas desde la transversalidad de la cultura, la comunicación y la política la que nos permiten contrarrestar la perdida de pensamiento autónomo, de reflexión, de proyecto de país.
En Ford se denota su evocación al pensamiento de Frantz Fanon para quien la cultura es, en primer lugar, expresión de una nación, de sus preferencias, de sus tabúes, de sus modelos.
Son estas formas culturales que tenemos que explorar, las que nos conducen a una reconstrucción social del país, abonando a la construcción del conocimiento común del país, del imaginario y consenso común que nos habilitan a pensar un proyecto nacional sustentado en un pensamiento político cultural fuerte y propio, que contrarreste la agenda dura de marginación y exclusión que incorporamos de lo foráneo y que se constituye como una imposibilidad de comprensión de un nosotros.
En la exposición la comunicación juega un papel importante, ya que para aumentar nuestros contactos y conocimientos mutuos nos debemos una recuperación en el manejo de la información de nuestro territorio, en una exploración de nuestras memorias, tiempos, espacios, dilemas y silencios, hallando en ellos las claves que nos provean representaciones creadoras de un horizonte común.
Lo cultural se ve marcado por el conflicto político cultural, ya que siguiendo a Fanon no hay un combate cultural que se desarrolle paralelamente a la lucha popular. Esto nos hace un llamado a la importancia del planteo sobre un proyecto político anclado en una cultura nacional, que nos permita arribar a ese común que constituye el consenso nacional, para así abrirnos las puertas a la creación de lo nuestro.
Por Mariana Bautista


ANÍBAL FORD:
Escuchando a la compañera me acordé de dos cosas. Le voy a dar a esto el sentido de una reflexión, no me gusta dar conferencias ni clases magistrales. El concepto de autonomía ya lo planteó Andrés Bello hace doscientos años, la autonomía en el pensamiento. Y el concepto de invención se lo planteó Simón Rodríguez a Bolívar. Teníamos que inventar y no copiar. Y uno sigue en eso. No siendo xenófobo y rechazando pensamientos, todo lo contrario. Manejamos lo que pasa teórica y culturalmente en muchas otras culturas. Pero sin el complejo de inferioridad que hace que haya ido desapareciendo muy fuertemente en las facultades de ciencias sociales y humanidades el pensamiento latinoamericano, el razonamiento latinoamericano.
Estoy haciendo el informe para la UNESCO sobre el capítulo de América Latina, sobre globalización y conflictos, y me doy cuenta como se ha ido borrando la historia del pensamiento latinoamericano, como se ha ido borrando también en las facultades las bibliografías latinoamericanas. Por eso, más o menos “a los trompezones”, como diría el Martín Fierro, estoy haciendo una colección donde publican solamente latinoamericanos y no publica ningún “gringo”. Simplemente porque veo que va desapareciendo la lectura de los escritores latinoamericanos en nuestras facultades.
Con respecto a esto no hablaría tanto de identidades sino de marcas culturales, de marcas de la cultura argentina. De eso que llamamos “Argentina”: un territorio delimitado, que tiene sus políticas propias, que actúa a nivel internacional como país, que tiene una deuda externa que no es igual a la de Chile, ni igual a la de Uruguay, etc., que tiene algunas zonas que lo demarcan. Aparte de que tenemos doscientos, trescientos, tal vez más años de historia en común, con problemas en común. Pero prefiero hablar de algunas marcas de la cultura que se escriben en este territorio. Sin olvidarme de América Latina.
Y en este sentido - antes de entrar en mi tema específico, que es “road movie” y después voy explicar porqué - quisiera señalar rápidamente algunas marcas que yo veo en la sociocultura argentina, y no todas están suficientemente exploradas. Que diferencian nuestra cultura de otras culturas, no que la hacen mejor ni que la ponen por arriba, que la diferencian. Una marca muy fuerte de la cultura argentina es haber tenido la cuarta o quinta ley de alfabetización en el mundo. Esta marca es muy fuerte, porque hizo que la Argentina fuese un país con un alto nivel de alfabetización, que obviamente se reflejó después en el desarrollo de la gráfica. Que ha hecho de la Argentina un país escritural. Lo que no quiere decir que esté bien esto, también hay culturas que son más visuales. Ustedes saben que hay culturas que son visuales, hay culturas que son escriturales y hay culturas que son auditivas.
Yo ando bastante por el Delta, el que se mete ahí sabe que es muy fuerte la cultura auditiva pese a la cultura visual, que ya no es el horizonte pampeano. Pero de cualquier manera lo que estoy señalando es que la alfabetización es una marca, es una marca muy fuerte. Y que permitió que se desarrollara una industria gráfica muy temprana, en 1900 había cien diarios, en 1930 la Argentina consumía el 61% del papel de diario de toda América Latina. En varios de los viajes por América Latina, hay mucha gente que recuerda algunas publicaciones de “Atlántida” - no era la editorial alcahueta del proceso, como lo fue después, sino que era otro tipo de editorial – como “El Gráfico”, “Billiken”, etc.
La segunda marca, que yo veo, que tampoco se estudia con tanta fuerza, es la criminología. La Argentina es un país pionero en criminología. Tuvo el primer gabinete de experiencias criminológicas, en la cárcel Las Heras, ahí donde fusilaron a Valle, cárcel que después se destruyó. Se destruyó porque todavía no estaba la moda de transformar las cárceles en parques temáticos como pasó con Ushuaia. Hoy no la hubiesen destruido, hubiesen hecho una especie de shopping center con la cárcel de Las Heras. La criminología tuvo un muy fuerte desarrollo. El segundo crimen por huellas digitales que se descubre en el mundo se descubre en Necochea, en Argentina. Y los primeros en “tocar el pianito” son los argentinos. Con una gran reacción, digamos, o sea, esto es para criminales. La identificación por huellas digitales. Busetich fue un teórico muy fuerte. Pero todos aquellos científicos que tienen nombres de hospitales, para decirlo de manera rápida, o sea, Piñeiro, Ramos Mejía, etc., habían ido a todos los congresos de criminología y se traían todas las novedades para acá. Novedades que al principio eran puesta para los criminales pero muy pronto entraron a ser utilizadas para darle “la biaba” a los rebeldes anarquistas que estaban formando en Argentina un movimiento muy fuerte. Y a Ushuaia van a parar no solamente los asesinos, los locos como el “petiso orejudo”, sino también los anarquistas.
Entonces me parece que la criminología es una marca, que llega a la teoría de la seguridad del proceso. Ese criterio criminológico, lombrosiano, aunque parezca antiguo, ciertas marcas incluso de la represión durante la dictadura militar tenían mucho de esto, es decir, la represión no solamente sobre el militante sino sobre toda su familia, la represión genética digamos, tenía mucho que ver con estas teorías. Sobre la criminología podríamos hablar bastante, aunque hayan cambiado ciertas cosas, pero es una marca muy pero muy fuerte de la cultura argentina. Hasta cuando yo era chico, Ingeniero se vendía en los kioscos y la gente lo leía, y la concepción de Ingenieros enganchaba mucho con el darwinismo social, con el spencerismo social, con esa idea de tratar al otro como degenerado. El peso de Lombroso también fue muy grande. Fue tan grande que al “petiso orejudo” que murió en la cárcel de Ushuaia – murió porque le quemó el gato a los presos, se los tiró al horno – le había pegado a muchos chicos, había quedado muy mal, era un tipo alterado, pero para corregir sus maldades le pegaron sus orejas pensando que corriendo las orejas pegaditas al cuerpo iba a modificar sus características criminológicas. No voy a seguir con el “petiso orejudo”, que es una figura fundamental del imaginario social argentino, porque ahí nos vamos a perder “por los cerros de Úbeda”.
Otra marca muy fuerte son las migraciones. La migración interna y las migraciones externas. La externa es una de las migraciones más grandes del mundo. Estados Unidos, Egipto y la Argentina son países receptores de tanta masa de inmigrantes de todas las culturas. Con diferentes políticas porque en Estados Unidos se mantuvo más la identidad de cada grupo, mientras que Argentina en esa especie de crisol de razas que fue el conventillo se cruzaron todos. Esto marca, sobre el país criollo, indígena, español, etc., aparece toda una capa de diferenciación muy grande. Un país pluricultural, por las diferencias regionales, geográficas, de explotación, de producción, etc., que venían de las colonias pero también por esta especie de caída de esta crisis inmigratoria que hizo que en un momento en Buenos Aires de cada tres personas dos fuesen extranjeras.
La inmigración es una marca en la cultura argentina. Si es identitaria o no, yo creo que no hay que discutir mucho de eso, yo estoy hablando de marcas en la cultura argentina que hay que tomar en cuenta cuando uno habla en este país. Porque además de ahí van a surgir géneros como reproducciones, que es imposible hablar del tango sin hablar de la inmigración; es imposible habla del sainete y de la revista sobre sainete – de las tiradas de revistas en veinte mil ejemplares en los kioscos con la obrita que se había estrenado el día antes- sin hablar de la elaboración de culturas tan diferentes. Esto va a quedar como una marca en la Argentina. Esto es una marca de la cultura Argentina que llegó a ser fuerte hasta mi generación, después un poco se perdió porque ya estamos ante una cuarta generación, una quinta generación. Pero hasta los años ’50, ’60, se notaba incluso entre los cantores que venían la presencia de la música italiana o la española, incluso la francesa.
Y esto está relacionado también con algo que me parece importante que se cruza con la migración y con el alfabetismo, que es un hecho que lo diría como Mario Sánchez, “la Argentina es un país mediero”. Tuvo cine seis mese después del Lumiere, tuvo una industria de grabación en rollo o después en plástico muy fuerte. Las grabaciones que hay de principios de siglo, eran muy importantes. Se vendían, y no solamente música, se vendían diálogos. Se consumían diálogos, como los diálogos de Fray Mocho. Sería interesante escuchar esto y verlo, porque además la pronunciación misma que uno ve en esa etapa, es una pronunciación que todavía marca la presencia de un español andaluz en el caso de Buenos Aires. Tuvo una industria discográfica grande, tuvo una radio que es importante, en el ’21, en el ’22, que además hace unos experimentos pioneros como transmitir desde el Colón, transmitir publicidad o deportes. Tuvo una radio muy potente en los años ’40, tuvo cine sonoro dos o tres años después del cantor del jazz. Siempre la Argentina fue muy sensible a las innovaciones y a las transformaciones e invenciones de los medios. Estuvo muy pegada a la industria cultural. Si hay un ejemplo de un tipo que pescó todas en la industria popular, ese tipo se llama Carlos Gardel, no se le escapó ningún invento, incluso el primer videoclip en Argentina son los que hace Gardel. Por eso ingresa en la industria popular internacional. Ya con letras modificadas, que no son las letras del Gardel que a mí me gusta, de los años anteriores al ’30, sino ya con esa poesía pensada para un público mucho más amplio que hace Lepera.
Pero de cualquier manera esto sigue persistiendo, lo vemos en el consumo de celulares, en el consumo de cualquier tipo de invención en el plano de las comunicaciones. Algo que también tiene un fuerte desarrollo con algo que vamos a observar después, que es el tema de la extensión, como una marca de la Argentina, sobre esto también diría que podríamos conversar bastante. ¿Es posible hacer historia social sin hacer historia de los diferentes medios? ¿Cómo se consumieron?. Una vez hicimos en la facultad, una especie de experimento, les hicimos hacer a los alumnos una biografía comunicacional, autobiografía comunicacional. Tenían que entrevistar a la generación de los abuelos, de los padres y la de ellos. Y al esperar el consumo de medios, el consumo de bailes, de diversiones, surgieron historias muy importantes. Yo sabía que eso iba a armar despelotes. Porque seguro que cuando empiecen a preguntar, el padre iba a decir “por este bolero de mierda conocí a tu madre...”, iba a aparecer algo de eso y realmente apareció. Al entrar en las zonas de los medios, de los bailes y de las pistas, aparecen zonas afectivas, está muy relacionado con lo afectivo. Entonces eso generaba una cantidad de aparición de temas, desde el descubrimiento de la familia, de historias de la familia, tanto de aquellos que habían venido del interior que descubrían por ejemplo el folclore de la etapa Chazarreta, o aquellos que cuyo abuelo había sido cantor en un cabaret y empezaba a escuchar las radios argentinas y ahí empezaba a establecer una relación con cierta producción fuerte.
Yo no soy un especialista en medios, no acepto que me digan comunicólogo, lo tomo como un insulto. Estudio la cultura, la sociocultura, hay una cosa que marcaba Frantz Fanon, que era cómo la radio había generado una especie de proceso identitario en Argelia. Donde unos se enteraban lo que pasaban en otro lado y de golpe se daba cuenta que le estaba pasando más o menos lo mismo. Era lo mismo que hacía Mao, que juntaba a todos los campesinos y cada uno contaba su historia, y descubrían que las historias eran semejantes. La construcción, digamos, de un social. Así que el tema del país mediero me parece una marca realmente muy importante.
Hay que tener cuidado con aplicarle rápidamente fórmulas apocalípticas porque por la parte de la historia social argentina se descubren muchas cosas. Y están muy relacionados, medios, música, pistas, etc., siempre están relacionados con la historia argentina. Y esto surgió cuando tomábamos exámenes que eran emocionantes, porque alguien descubría la historia de la familia, contada como habían venido, la inmigración, el trabajo, etc.
Otra marca Argentina, por más que haya sido muy explorada, es la hipercentralización. Más o menos, el 40% de la población en Buenos Aires, y el 60 del producto bruto. O sea, es uno de los países con mayor nivel de hipercentralización. Uno puede decir que hay ciertos polos: Córdoba, Mendoza, Rosario, pero ahí se le acaba un poco la figurita. Entonces el hecho de que se haya concentrado tanto en Buenos Aires, incluso los migrantes se quedaban en Buenos Aires, algunos iban a las colonias, sobre todo las primeras migraciones, pero la cabeza de Goliat es la cabeza de Goliat y esto marcó a la Argentina. Y la marcó también en una cultura “endo” de Buenos Aires que desconoce mucho las culturas de las otras zonas de Argentina. Hay algo bastante notable en diversas provincias donde los intelectuales están más en contacto con la producción de cada una de las provincias. Una vez me acuerdo estaba con Tizón, y en una mesa, en una servilletita, me contó todo como era lo de la minería, del tabaco, del azúcar, etc. Hay una relación, un acercamiento más fuerte a la infraestructura. En cambio, Buenos Aires está mediada por tantas cosas que yo creo que hay gente que ya no conoce lo que es una vaca, nunca vio una planta de soja y nunca vio muchas de las cosas que Argentina está exportando o produciendo.
El tema del conocimiento de ese monstruo que es Buenos Aires, de las formas en que se produce, de las instituciones, de las diversas situaciones de la sociocultura del interior, es muy fuerte. Si uno piensa en Brasil, que tiene más diferencia entre riqueza y pobreza que la Argentina, pero uno piensa en Río de Janeiro, en Porto Alegre, en Brasilia, Sao Paulo, piensa en polos de desarrollo fuertes. La Argentina es un país hipercentralizado, hipercentralización que se reforzó con el trazado de los ferrocarriles y la araña que converge en Buenos Aires, otra marca, que por algo Scalabrini en una operación epistemológica muy fuerte dejó el brillante porvenir literario para encerrarse a trabajar sobre los ferrocarriles. Porque descubrió que ahí estaba una de las claves de la dependencia Argentina. Estaba una de las claves de la dependencia y también de las distorsiones culturales que había sufrido el país, que originariamente se había organizado a través de las aguadas. El ferrocarril lo hacen los ingleses con una regla. Si uno ve el ferrocarril a Tucumán, por ejemplo, ve que pasa por Santiago del Estero con una regla que genera pueblos nuevos, Añatuya, etc., y deja al costado otra cosa.
Estoy señalando algunas marcas que veo en la cultura argentina que son para tener en cuenta. No estoy hablando de identidades, si marcan a los argentinos más que menos, no digo que todas se fundan en un mismo coktail en cada uno, pero más o menos marcan nuestras historias. Otra zona que a mí me parece muy importante en el caso de las marcas culturales de la Argentina es la historia de su movimiento obrero. El movimiento obrero en la Argentina fue muy fuerte, arranca justamente en la Unión Tipográfica Bonaerense, 1850, 1860, más o menos. Curiosamente son los tipógrafos los primeros que se organizan. Pero de alguna manera, la enorme marca del anarquismo, piensen que la Argentina es uno de los tres, cuatro, países con mayor movimiento de anarquistas en el mundo. Piensen que acá estuvo Malatesta, etc.
La marca en el movimiento obrero en primer lugar del anarquismo, que provocó la Ley de Residencia, que provocó esa especie de salida de la discriminación hacia los mestizos y los indígenas, y pasó a incluir en ese cuadro de la evolución darwiniana también a los anarquistas. Esta me parece una marca muy fuerte que va a dejar su impronta en ciertas zonas del radicalismo primitivo. El anarquismo tuvo una impronta muy fuerte, incluso cruzada con los bandidos criollos, lo bandidos justicieros como Bairoleto. Leían los folletos anarquistas. Esa es una marca muy fuerte en el movimiento obrero en una etapa de la Argentina en que fue pionera en industrialización, salvo el caso de Paraguay destruido por la triple alianza, donde hasta se hacían locomotoras. La Argentina tuvo un fuerte desarrollo “fierrero”, industrial, en las primeras décadas del siglo XIX. Y ahí tiene mucho peso el anarquismo. A las diferentes Foras hay que sumar una cosa muy extraña cuando cierta zona del anarquismo se vuelca hacia la constitución del peronismo, con algo que fue muy fuerte que yo lo percibí cuando escribí las memorias del primer apoyo obrero a Perón que era Monsalvo. Con mucho respeto lo hice, me pidieron que las corrigiera, pero lo único que hice fue trabajar con tempera blanca y tapar redundancias retóricas pero no modifiqué nada. Después si le pedí a Monsalvo que me contara más de lo que fue la rebelión en Tucumán y que provocó que se acelerara el 17 de octubre. Ahí influye el laborismo inglés, de ahí que el primer nombre del partido peronista sea laborista. Habían venido cuatro diputados laboristas, habían conversado, el movimiento obrero argentino tiene marcas y estas marcas, tal vez, a través de varias migraciones también tengan relación con lo que fue la Argentina como país dependiente de Inglaterra. “Una joya en la corona de Inglaterra” decía Roca, en el pacto de Roca-Runciman. Que no fue la India, pero fue uno de los países que más produjo beneficios para Inglaterra. Y de ahí surge un movimiento obrero que tiene muchas características pre-tradeunionistas. Muy curiosa esta relación entre anarquismo y tradeunionismo que va a surgir y se va a desarrollar después en el peronismo con sus largas historias que conocemos y vivimos nosotros en la lucha y en la pelea contra la burocracia sindical ya en la etapa de los años ’60 y ’70. Fue una pelea muy fuerte entre los que estábamos en la CGTA de Ongaro y lo que era la CGT de Vandor.
Pero de cualquier manera me parece que la historia del movimiento obrero es una marca importante. Nosotros llegamos a tirar cuando trabajaba en el Centro Editor para América Latina -haciendo una historia del movimiento obrero del que fui redactor de los primeros sesenta números- bajo la dictadura de Lanusse, 60 mil ejemplares en los kioscos. Y en ese momento se consideraba que la formación de alguien que se especializaba en ciencias sociales, incluía un buen conocimiento de la historia del movimiento obrero. Pero esto desapareció prácticamente de la formación cultural. En ese momento no era así. Llegamos a decir que sin buen conocimiento de la historia del movimiento obrero no había formación política sólida. Sea cual fuere el camino que uno tomara después.
Bueno, estas son algunas marcas que yo veo –hay otras más– en nuestra cultura que tenemos que explorar. Más que pensando en identidades, yo diría como formadores de las características de nuestra cultura con la diversidad que tiene y pluriculturalidad. La cultura del noroeste, la discusión sobre Yaciretá era parte de una discusión política común, y no solamente una discusión como he visto ahora de Misiones. El tema de desarrollo, de recursos naturales, de su explotación, formaba parte de la discusión respecto al país, cosa que después se borró y que todavía no se recuperó.
Pero bueno, son algunas marcas. No las quiero meter dentro de la categoría de identidad porque lo de la identidad me parece que es una búsqueda muy metafísica, y yo no hablaría de identidades, sino de culturas. O de marcas en una sociocultura en un país llamado Argentina o que fue llamado Argentina. Las preguntas sobre la viabilidad de la Argentina continúan.
Pero quería hablar especialmente de algo que marqué muy rápidamente, lo de la cultura nacional, la cultura “road movie”, pero en realidad es la cultura del traslado en Argentina. Un país de tanta extensión.
Cuando empecé a trabajar en esto y viajamos, me di cuenta que me había comprometido en algo que era un residuo. En los años ’70, hicimos la primer navegación en el Atuel. En uno de los viajes veníamos por el oeste de la pampa, por el lado de Malargue, y entramos en un desierto, y de pronto, nos cruzamos en un puesto, que era el puesto de Cochingo Miranda, que se estaba estrenando el documental de Jorge Preloram, uno de los grandes documentalistas argentinos. Ahí en medio del desierto. Ante la gente del desierto. Se mezclaban los ruidos de la película con los ruidos del corral. En ese momento yo escribí unas notas, todavía estaba la revista Crisis. Y me di cuenta al escribir ahora que en aquél momento uno escribía ciertas cosas sobra una base, sobre una ida de proyecto nacional, sobre una discusión de proyecto nacional. Para mí no era difícil explicar lo que había visto como registro del país, como indagación en esa red invisible que hay de puesteros que ata todo el país. Pero uno escribía cómodo porque estaba escribiendo sobre un consenso de proyecto nacional. Cuando me puse a escribir lo del faro del fin del mundo me di cuenta que estaba en “off side”. ¿Sobre qué proyecto?. Además corría el riego de que esas dos navegaciones al faro del fin del mundo se transformaran en turismo de aventura. Estaba escribiendo para un lector que yo no sabía si tenía todos los supuestos que tenían los lectores en los años setenta.
Esto me pasó también con el libro que saqué en La Plata, que lo leyeron dos ayudantes jóvenes que me dijeron, “¿cómo eran los estudiantes que te leían?”, “¿cómo entendían todo esto?”. Había un conocimiento del país común, un consenso, un imaginario, mucho más desarrollado. Pero me doy cuenta a veces en las conversaciones cuando uno comienza a hablar sobre el país, sobre las diversas culturas, incluso para dar un caso sencillo, hubo ocho años de información sobre María Soledad y nadie conoce Catamarca. No se sabe que es Catamarca y qué produce. De todos los casos, el que produjo algo de transformación, y tal vez estaba pensado, fue el caso Carrasco. La abolición del servicio militar. Acá esta el problema de la reconstrucción social del conocimiento del país.
Vuelvo un poco al tema de la extensión. País extenso, país marcado por la extensión, donde en el siglo XIX fue tremendamente fuerte. La pregunta es, ¿qué cultura sobre esta extensión?, ¿qué cultura sobre el traslado?. Ustedes si piensan sobre las migraciones internas, en el año ’35, la película de Solanas, “Gatica”, cuando el chico se baja del tren. No venían solamente de Catamarca a Buenos Aires, venían de diversos puntos. La pregunta sería al revés del título: ¿por qué la Argentina no tiene “road movie”?. Digo “road movie” porque a pesar de ser una especie de forma identitaria en Estados Unidos, se inscribe en un país, en el lejano oeste. La pregunta es, por qué la Argentina no construyó -está bien que van a surgir excepciones- sobre el traslado, sobre los caminos, otro tema que es importante es la crisis de los proyectos de navegación fluvial. Argentina tuvo un proyecto de navegación fluvial muy fuerte. El proyecto Huergo, cuando estaba haciendo el canal de Rosario a Buenos Aires, lo llamó el Ferrocarril y le dijo, “Usted se dedica al puerto, no se dedica a esto”. Chocó la navegación fluvial, que es el flete del pobre, con los intereses del ferrocarril. Entonces muchos de los intereses de navegación fluvial en el vacío, en la nada. Diría que aún hoy, porque yo ando mucho por el Paraná, y veo los barcos que pasan y su estado es bastante deplorable. Y uno podría pensar que el Paraná es una enorme vía de comunicación. El tema de la navegación fluvial quedó ahí suspendido. Y uno se pregunta por donde pasó la cosa. Lo que tuvo presencia real en el traslado fue el tren. El tren inglés trazado de cierta manera. Después cuando empezaron a aparecer los intereses norteamericanos, y se empezaron a hacer los caminos, tuvieron interés más de producción que de traslado. Pero de cualquier manera uno se pregunta por qué en un país de enorme extensión, donde incluso la menospreciada y para mí admirada cultura del alambre, está relacionada con el hecho de las extensiones, si yo tengo alambre puedo arreglar cualquier cosa. No es esa cosa peyorativa con la cultura del alambre, realmente muy errada. Cualquiera que anda por la Argentina tiene que andar con un rollo de alambre y ahora más que nunca.
Entonces el tema es que pasó con el traslado. Hay una cosa que creo es evidente, que es, este país es falsamente federal. Acá el federalismo no se cumplió. La hipercentralización es producto de esto. De pronto a Sarmiento se le ocurría tener el observatorio más importante del hemisferio sur, y lo tuvo en Córdoba. Y trajo a uno de los grandes astrónomos de ese momento, y en poco tiempo la Argentina tuvo un libro que se llama “Uranometría” que había hecho un relevamiento del hemisferio sur más potente del que había en el norte. Pero mientras tanto nuestro norte “corría la coleta enormemente”.
Creo que la hipercentralización, esa no cultura de los caminos, que lo veo incluso en como se filma. Aún en las películas de segunda en Estado Unidos que se filman en los caminos, uno se da cuenta que el tipo que está filmando conoce lo que es ir en esas enormes rutas, que como las argentinas, de golpe tiene rectas de doscientos kilómetros. Creo que esa ausencia de cultura del traslado siendo un país de mucha movilidad. Piensen la movilidad hacia la patagonia, las migraciones, las migraciones internas, “los golondrinas” o cambios de lugares de trabajo por los distintos tipo de cosecha, en lo que fue comunicarse entre las provincias, de alguna manera tiene que ver con este enorme crecimiento de Buenos Aires y esta distorsión de un federalismo que está en los papeles que no estuvo en la realidad. Al margen que hubo políticas de intereses que se activaron en contra de los centros de producción o la producción del interior. Uno de los momentos en que cayó más la economía del interior fue durante el proceso militar. Con tanto verso nacionalista, quienes concentraron más en Buenos Aires y deterioraron más al interior fueron los milicos del proceso militar.
Detrás de esta centralización podemos analizar la vieja red araña que trabajó Scalabrini Ortiz, podemos pensar porqué razón desde un espinel que va desde la publicidad que se hacía en Europa para venir a la Argentina para “hacer la América”, los inmigrantes terminaban quedándose acá, o detrás de ellos había algo “trucho” que les impedía ir al interior. ¿Por qué no se desarrolló otros polos de influencia? Pero queda medio suelto y queda una zona que diría como a construir. Que es la ruta 40, el Paso a Jama, el Río la Leona. Hay zonas donde hoy se está haciendo producción importante, que alguna manera ingresa injustamente y dice ser país, de zonas que no se conocen. Cuya historia no se conocen, ni aún diría en géneros de televisión. Porque son los brasileros que hacen una telenovela en el interior del Brasil. De alguna manera como último rasgo de marca de la cultura argentina, yo diría una de las marcas de la cultura argentina es el desconocimiento de sí mismo. Y ese desconocimiento de sí mismo hace a su vez, que haya también una pérdida del pensamiento autónomo, haya una pérdida de reflexión sobre las diversas culturas del país, las diversas culturas materiales y el estudio concreto de la realidad concreta, como diría Vladimir Illich, que forman parte de los agujeros identitarios muy fuertes en el caso de la Argentina, y que también marcan identidad porque la identidad se marca por lo que uno sabe sino también por lo que uno no sabe.